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Los mercados navideños y sus viejas rivalidades reviven en el Báltico

¿Quién puso el primer abeto decorado? Es la gran incógnita.

El aroma del vino caliente, los puestos de comida y los músicos sobre un escenario callejero, ante visitantes hablando en varios idiomas europeos, muestran la revitalización de los mercados navideños en los países bálticos, así como su rivalidad sobre quién colocó el primer abeto decorado .

La Navidad de 2022 es la primera desde los años azotados por la pandemia que pueden celebrarse reuniones públicas, mercados y ferias tradicionales sin limitaciones. 

Los de la capital letona, Riga, la de Estonia, Tallin, y la de Lituania, Vilna, reciben de nuevo a turistas extranjeros, a los que los comerciantes y artesanos locales ofrecen sus mercancías. Abrieron a finales de noviembre y funcionarán hasta la primera semana de enero.

Mientras que los países de habla alemana suelen llamar a estos mercados Kristkindlmarkt o del Niño Jesús, el de Riga tiene un trasfondo pagano: actúan músicos disfrazados de animales, de acuerdo a la tradición báltica precristiana de disfrazarse de osos, cabras, gansos y otras criaturas y deambular de granja en granja con la esperanza de recibir comida y bebida.

El mercadillo de Tallin permaneció excepcionalmente abierto de forma limitada durante la pandemia. Ahora espera al menos 500.000 visitantes locales y extranjeros, explico a EFE Diana Harusoo, su organizadora.

"Preferimos los puestos de pequeñas empresas familiares, los fabricantes de artesanía. Tenemos la mayor variedad de vinos calientes. En los puestos de comida, ofrecemos morcilla y col fermentada, un alimento nacional", prosigue Harusoo.

Varios puestos de Riga ofrecían el tradicional pan de jengibre, pero convertido casi en piezas artesanales, con galletas decoradas a mano que se vendían por 5,00 euros. La mujer de un puesto de pan de jengibre admite: "es poco probable que se coman".

Otro puesto en Riga vende "mantequilla de cáñamo" aromatizada especias. El puesto se anuncia con un cartel en inglés que dice "Cannabis"; sólo la letra pequeña aclara que se trata de derivados del cáñamo que "no colocarán" a nadie. La marihuana es ilegal en Letonia y los demás países bálticos.

La lituana Vilna también cuenta con su mercado navideño en la plaza principal. "La Feria de Navidad de Vilna ofrece una amplia gama de regalos, tortitas, pan de especias, dulces, tartas, manzanas caramelizadas, rosquillas, castañas asadas, incluso helados calientes, etc., y un amplio surtido de bebidas", detalló a EFE la portavoz de la organización, Rūta Kaminskaitė-Rimkienė.

El evento espera recuperar los niveles de asistencia pre-pandemia. "Tuvimos dos años de restricciones, así que estamos comparando este año con el de 2019. En diciembre, aspiramos a recuperar al menos el 72% (unos 75.000 turistas) del registrado en 2019 o incluso alcanzar los 100.000 turistas", explica la portavoz, que recuerda que Vilna tiene unos 560.000 habitantes.

La Navidad báltica también reaviva la rivalidad entre Riga y Tallin por el título de quién colocó el primer abeto decorado.  "Tallin fue históricamente la primera en 1441", afirma Harusoo. Letonia celebró en 2010 el 500 aniversario del "primer árbol de Navidad", colocado en 1510, y sigue reivindicando el liderazgo de Riga.

Ambas historias tienen en común la cofradía medieval de los Cabezas Negras, un gremio de comerciantes solteros de habla alemana y soldados que en invierno celebraban sus juergas en sus casas gremiales de Riga y Tallin.

Los historiadores estonios creen que los Cabezas Negras de Tallin (la orden estaba dedicada al cristiano africano San Mauricio) podrían haber tomado prestada la decoración de un abeto de las tradiciones paganas locales. En Letonia, el llamado "árbol de Navidad" puede haber sido un gran candelabro con forma de árbol arrastrado a la calle por los miembros del gremio durante alguna juega profusamente alcohólica.

La reivindicación de haber creado el icono mundial de la Navidad -el abeto decorada- sigue formando parte de la estrategia comercial y turística de Riga o Tallin en invierno.

EFE

 

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